jueves, 13 de noviembre de 2008

Desde Lima ...

Hola a tod@s,

ante la necesidad de contestar a todos los correos, mensajes, SMS, publicaciones y demás triquiñuelas tecnológicas que nos permiten comunicarnos, y que por otro lado muy amablemente me mandáis, he decidido reunir todas la contestaciones en un solo correo, en el que espero explayarme para tratar de aburriros amargamente.

Aquí estoy, camino de completar mi primera semana en Lima. Para no alargarme mucho con el tema laboral diré que sí, que me están haciendo currar mucho.

Lima es, en pocas palabras, gris. Si, es una ciudad gris. Está permanentemente cubierta por una especie de bruma, así que a pesar de que por aquí estamos en el equivalente español al mes de mayo, es prácticamente imposible ver el sol, y mucho menos las estrellas. Cuenta la leyenda que cuando Pizarro (fundador de la ciudad) buscaba un emplazamiento para ubicar la capital de su virreinato fue guiado por miembros del pueblo Inca que, para vengarse de los expolios cometidos por el conquistador contra su pueblo, le mostraron este paraje gris y húmedo.

Pero lo que más me ha impresionado de Lima es el tráfico. No es excesivamente denso (para ser una gran capital) pero es horroroso, ruidoso y caótico. Por aquí conducen como locos. Prácticamente no hay semáforos, y los que hay son indescifrables: nunca sabes hacia donde coño apuntan y dado que no tienen indicaciones para los peatones, lo que haces es cruzar a toda hostia cuando los coches, por obra de San Martín de Porres (que es el santo local) se paran. Y digo a toda hostia porque por aquí debe ser deporte olímpico esquivar peatones en los pasos de cebra. De todas formas esto es en el mejor de los casos. Lo normal es que cruces por donde sea cuando puedas, y sin entretenerte mucho.

Lo peor es el ruido. Los taxis pitan a los peatones para que los cojan, a TODOS y sin importar el número, eso sí, un pitido para cada uno, y pitan a los Combis, que son la versión limeña del transporte de masas. Un Combi es un auto grande, a veces un autobús (de 50 años) a veces una Vanette sobreexplotada que se tira literalmente a por los transeúntes, y donde un tío, colgado de la puerta lateral, grita el nombre de las calles por la que va a pasar. Hay muchísimas Combis y he llegado a ver 4 tirarse a la vez a por un único peatón. Las Combis se pitan y putean unas a otras en lucha por el próximo viajero, que puede estar tranquilamente parado junto a un semáforo esperando un milagro del Porres ese, o cruzando con dos cojones una calle con coches haciéndose pirulas unos a otros. Y por supuesto está el resto del parque automovilístico, que se pitan unos a otros, a los taxistas y a los Combis. Además no hay cedas, en los cruces pitan y pasan follaos, aunque lo que crucen sea una avenida de tres carriles.

El Hotel está en una zona que se llama Miraflores, que es como el equivalente limeño de la Castellana. Es un sitio tranquilo (en cuanto a delincuencia) y no hay ningún problema en pasear de noche. Hay bares, cafés, centros comerciales, tiendas, restaurantes,…. No como el sitio donde trabajo, que está en una zona que se llama Surquillo, y por la que no es conveniente pasear más tarde de las nueve. Si algún día me quedo currando hasta más tarde de esa hora es mejor que haga noche en la oficina.

Creo que por hoy lo voy a dejar aquí, de todas formas, ya os iré dando la brasa con más historias de por aquí.

Un abrazo muy fuerte a tod@s

Luisfer

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