Siendo veterinario, me habían llamado para echar un vistazo a un Lobero Irlandés de unos diez años llamado Belker. Los propietarios del perro, Ron, su mujer, Lisa, y su pequeño hijo, Shane, estaba muy unidos a Belker, y todos ellos esperaban un milagro.
Examiné a Belker y descubrí que estaba muriendo de cáncer. Le conté a la familia que no había nada que pudiéramos hacer por él, y les ofrecí practicarle una eutanasia en su casa.
Mientros hacíamos los preparativos, Ron y Lisa me comentaron que sería bueno para Shane que viera el procedimiento. Creían que Shane podía aprender algo de la experiencia.
Al día siguiente, sentí un nudo en la garganta al ver a la familia de Belker rodearle. Shane parecía muy tranquilo, acariciando al perro por última vez, que me hizo preguntarme si sabía exactamente qué estaba ocurriendo. En unos minutos, Belker moría tranquilamente.
El pequeño pareció entender su muerte sin ninguna dificultad o confusión. Nos sentamos juntos un momento tras de la muerte de Belker, preguntándonos en voz alta el porqué del triste hecho que supone el que la vida de los animales sea más corta que la de los humanos.
Shane, que había estado escuchando en silencio, empezó a decir, "Yo sé por qué"
Sorprendidos, nos giramos hacia él. Lo que salió de su boca me dejó boquiabierto. Nunca he escuchado una explicación más reconfortante. Dijo, "Las personas nacen para que puedan aprender cómo vivir una buena vida, como querer a todo el mundo y ser buenos, ¿no?".
El pequeño de seis años prosiguió, "Bueno, los perros ya saben cómo hacer eso, así que no hace falta que se queden tanto tiempo".
2 Febrero 2010 a las 2:40 am
Estoy leyendo los comentarios y me pone triste constatar que algunos comentaristas no se estén haciendo eco del tono caballeroso y elegantemente respetuoso que Eduard Punset ha tenido en su post hacia las personas que han comenzado este conflicto… En algunos comentarios se han vertido expresiones ofensivas hacia los ofensores, lo cual no deja de ser una terrible incoherencia, como un amago de volver a la gresca (ya sólo falta la otra parte para volver a empezarla), algo que está muy lejano al propósito que manifiesta el señor Punset. Desde luego que importan los contenidos, pero también las formas. No creo que sea necesario insultar para que los argumentos queden claros. Al contrario: el insulto me parece un fracaso de la argumentación.
Si practicamos la intolerancia con los intolerantes, nos convertimos en lo mismo que aquello que decimos combatir.
Saludos a todos.
Y un muy afectuoso saludo y agradecimiento a Eduard Punset.