sábado, 26 de marzo de 2011

La mentiras de las antivacunas

Copio y pego de MALA CIENCIA


Las mentiras de los antivacunas
Publicado el 24/02/2011 por Mala Ciencia
Por Carlos González, pediatra y autor del libro “En defensa de las vacunas“.

Algunos padres, por fortuna muy pocos, no vacunan a sus hijos, engañados por una activa propaganda antivacunas.

Dos de los libros antivacunas más difundidos en España han sido escritos por médicos homeópatas, Xavier Uriarte (Los peligros de las vacunas, 2002) y Juan Manuel Marín Olmos (Vacunaciones sistemáticas en cuestión, 2005). Su lectura es un trago amargo; no sólo niegan la eficacia de las vacunas y exageran (o inventan) sus efectos secundarios; también niegan que los gérmenes causen enfermedades y recomiendan contagiar deliberadamente a nuestros hijos el sarampión, aprovechando el próximo brote.

Pero sus mentiras más obvias son las falsificaciones deliberadas de sus supuestas fuentes. Por ejemplo, a propósito de las vacunaciones contra el meningococo C en el el Reino Unido en 1999, Uriarte dice (sin citar ninguna fuente) lo siguiente:

« En el curso 1999-2000 se vacunaron 5 millones de habitantes en Gran Bretaña entre los 2 meses y los 19 años. Las personas afectadas [por efectos secundarios] llegaron a 4000. Como efectos adversos que se presentaron cabe destacar meningitis, encefalitis, mononucleosis infecciosas, trombocitopenia, convulsiones y reacciones alérgicas. [...] Datos estos curiosamente silenciados por las autoridades sanitarias de ambos países [España y Reino Unido]».

Así lo expresa Marín:

«[...] según la dirección general de Salud Pública de Cataluña [...] en Gran Bretaña, en menos de un año, se han comunicado 4.764 reacciones adversas, tras la administración de 13 millones de dosis, lo que da una tasa de una reacción por cada 2.700 (392). Entre las mismas sobresalen: meningitis, encefalitis, mononucleosis, trombocitopenia y convulsiones».

Y ese «(392)» es, esta vez sí, la fuente, un documento de la Generalitat de Cataluña que cita a su vez fuentes oficiales británicas (pero, ¿no quedamos en que «las autoridades de ambos países» lo han silenciado?). El documento es éste, fácilmente accesible en internet: Departament de Sanitat i Seguretat Social. Programa per a la vacunació antimeningocòccica C conjugada a Catalunya, Generalitat de Catalunya,Barcelona, 2000. (PDF)

Y, en efecto, la cifra de efectos adversos es la que cita Marín, 4.764 tras 13 millones de dosis de vacuna. Pero la naturaleza de esos efectos es muy distinta:

«Los efectos adversos pueden ser locales en el lugar de la inyección (eritema, tumefacción, dolor) y generales (fiebre, irritabilidad, anorexia, diarrea, cefalea, mialgia, somnolencia). Estas manifestaciones son de intensidad moderada y se resuelven entre las 24 y las 72 horas después de la vacunación».

Sólo un ejemplo más. Dice Uriarte:

«Algunos estudios nos muestran que los niños mueren con una frecuencia ocho veces mayor a la normal durante los tres días siguientes a la administración de la DTP».

Esos «algunos estudios» son en realidad un sólo estudio, que Uriarte cita en su bibliografía:

Walker AM, Jick H., Perera DR, Thompson RS, Knauss TA. Diphtheria-tetanus-pertussis immunization and sudden infant death syndrome. Am J Public Health 1987; 77: 945-51.

Un estudio fácilmente accesible en internet:

Simplemente leyendo el resumen del artículo, vemos lo siguiente:

«we found the SIDS mortality rate in the period zero to three days following DTP to be 7.3 times that in the period beginning 30 days after immunization (95 per cent confidence interval, 1.7 to 31). The mortality rate of non-immunized infants was 6.5 times that of immunized infants of the same age (95 per cent CI, 2.2 to 19)»

«encontramos que la tasa de mortalidad por muerte súbita del lactante en el periodo de cero a tres días tras la DTP fue 7,3 veces mayor que en el periodo que comenzaba 30 días después de la vacunación (intervalo de confianza del 95%, 1,7 a 31). La tasa de mortalidad [por muerte súbita] de los lactantes no vacunados fue 6,5 veces la de los lactantes vacunados de la misma edad (intervalo de confianza del 95%, 2,2 a 19)».

Es decir, los niños vacunados tuvieron, en total, una tasa de muerte súbita seis veces menor (algo en lo que coinciden, por cierto, otros varios estudios). Sólo que algunas de esas pocas muertes se concentraron en los tres días siguientes a la vacuna, probablemente un artefacto que los autores analizan en la discusión de su trabajo. Aparentemente Uriarte leyó justo hasta ese «7.3 times», que en su libro redondea a 8. Pero no leyó las dos líneas siguientes, o no consideró necesario informar a sus lectores de su contenido.

Para información seria sobre la las vacunas y la muerte súbita, consúltese:

Institute of Medicine Immunization Safety Review. Vaccinations and sudden unexpected death in infancy, National Academies Press, Washington, 2003. (Ver aquí)

P.D: SE ESCÉPTICO ... SIEMPRE

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